El futbolista Raúl, en su disciplinado intento por conseguir un organismo capaz de aguantar a los treinta años tanto o más que cuando tenía veinte, se somete ahora a la prueba de aguantar, hasta que el cuerpo se haga, en una habitación pobre de oxígeno para salir de ella hecho un vendaval que corra en el minuto ochenta del partido -y en las últimas jornadas de la Liga- como si jugara en el jardín de su casa. Somete, pues, a la hipoxia a su organismo para que éste soporte esfuerzos sin resentirse cuando las condiciones exijan aguantar con pobreza de oxígeno. Tiene mérito el que esto lo haga un futbolista que podría retirarse, rico y famoso, y vivir del renombre y de las rentas. Tiene mérito negarse el oxígeno, él, que puede respirar, con todo el pecho abierto, el perfumado hálito que les sopla a los elegidos.
Pero esto que Raúl hace por voluntad, muchos españoles lo hacen por necesidad. Millones de españoles que ayer respiraban con holgura entre el sueldo y los gastos, han tenido que buscar la manera de sobrevivir con menos oxígeno, aunque, en este caso, el oxígeno tenga forma de carrito de la compra, de sueño de poder comprar un piso o de insomnio de cómo pagar el que se tiene, forma de apreturas no ya a fin de mes sino a mediados, y un horizonte de paro en muchos sectores, por ejemplo, en los que dependen de la construcción.
La hipoxia obligada de los españoles que dependen de un sueldo para hacerles frentes a los gastos que crecen, ya sea en la barra del pan, la leche, la amortización de la hipoteca o, en las fechas que se acercan, en el intento de celebrar una Navidad con los mínimos requeridos. Eso sí que es, admirado Raúl, un esfuerzo, un ejercicio de aguante, un sacrificio obligado, cuasi una penitencia: sobrevivir en el aire cada vez más escaso de una situación familiar que ya no sabe por dónde sacar la cabeza para encontrar aire nuevo o siquiera renovado. Eso no es someterse a hipoxia, eso es, como decimos aquí, vivir asfixiaítos... Todo es cuestión de necesidad. La prueba de Raúl sometiéndose al aguante en una habitación pobre de oxígeno, para muchas familias españolas sería, ya ven, un respiro.
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