sábado, 26 de mayo de 2007
Curioso y grande
PARA AQUELLOS QUE CREEMOS QUE EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS.(Maquiavelo)
Ni siquiera un tipo curtido como Paul Scholes podía intuir las secuelas de su error. El centrocampista del Manchester United conducía la pelota mientras Kaká estaba lesionado en el suelo. El Milan masacraba al United con un 3-0, a un paso de la final de la Copa de Europa. Cuando por fin alguien envió fuera el balón, Scholes inclinó la cabeza ante la amenazadora figura que se le acercaba con los puños apretados. Era Gennaro Gattuso, Ringhio, término italiano traducible por gruñido o ladrido. Gattuso se había merendado a Cristiano Ronaldo y San Siro se puso en pie para despedir a su infatigable jornalero. El estadio adora a Gattuso, operario que corre 13 kilómetros por partido y símbolo del Milan campeón de Europa.
El estilo de Gattuso es una apología del vigor. Combina dos pies poco sensibles con un carácter tan volcánico como transparente: detrás de su agresiva máscara habita un jugador apasionado por su profesión y convertido en una celebridad. Desde hace unas semanas, los clientes de la prestigiosa librería Rizzoli, a dos pasos del Duomo, pueden adquirir la autobiografía de Gattuso, titulada Si uno nace cuadrado no muere redondo, y que el jugador califica con sorna como una obra fundamental de la literatura calabresa. El volumen narra con pasión futbolera y mucho humor cómo Gattuso, natural de Corigliano Schiavonea, una pequeña localidad pesquera de Calabria, llegó a proclamarse campeón del mundo con Italia tras aprender los códigos del fútbol en las calles de su pueblo. El libro está lleno de anécdotas que retratan el pensamiento Ringhio.
Gattuso era un desastre en la escuela y los profesores le permitían estar en clase mientras leía los periódicos deportivos. Sólo pensaba en el fútbol. Su padre, hincha del Milan, se enfadaba porque su hijo decoraba su habitación con fotos de Bagni, centrocampista del Inter. Gattuso llegó al Perugia con 17 años: iba a entrenar en una Vespa. Y enseguida le fichó el Glasgow Rangers, atraído por su nervio competitivo. "Soy un escocés que por casualidad nació en Calabria", dijo. El día de su presentación, Gattuso se preguntaba de quién era la fotografía de una mujer colgada por todos los rincones: "Es la Reina de Inglaterra", le contestaron.
En su primer derby ante el Celtic fue amonestado en el primer minuto y expulsado en el décimo. Gascoigne fue su cicerone, gastándole bromas como llenarle de heces los calcetines o falsificar una petición al club para duplicar sus clases de inglés. Gattuso acabó siendo el ídolo de la afición hasta que en 1998, tras problemas con Dick Advocaat, fichó por la Salernitana. David Murray, el presidente del Rangers, le invitó a su casa para concretar el traspaso. Allí Gattuso se encontró con dos invitados de lujo: Sean Connery y Catherine Zeta Jones. "Una escena de película. Yo negociando un traspaso y 007 ofreciéndome té", dijo.
Tras casarse con una italiana, hija del dueño de su restaurante favorito en Glasgow, volvía a Italia. Más tarde llegó al Milan y a la selección. Silvio Berlusconi, por entonces presidente del gobierno, criticó al seleccionador Dino Zoff tras la final de la Eurocopa 2000 que Italia perdió ante Francia: "Bastaba con poner a Gattuso sobre Zidane". Zoff dimitió.
La noche antes de un partido importante, Gattuso lee unas cuantas páginas de clásicos como Doctor Zhivago: "No se entiende nada. Pero después de leer unos capítulos en voz alta ya ni me acuerdo de qué me generaba ansiedad". Ahora, el iletrado Gattuso ha escrito un libro. En él incluye un decálogo de preceptos para todo milanista, como No discutir jamás los datos del Milan Lab y No decirle jamás a Berlusconi que jugaremos sin delanteros.
Hace tiempo que Gattuso dejó de ser una caricatura de sí mismo para convertirse en la pieza que equilibra al lujoso Milan, el gregario perfecto. Mauro Tassotti, el ayudante de Ancelotti, le obligaba a ejecutar decenas de series de controles y pases propias del adiestramiento de un cadete. Como él mismo reconoce, se trata de darle la pelota a aquéllos que, a diferencia de él, no nacieron con los pies cuadrados.
Ni siquiera un tipo curtido como Paul Scholes podía intuir las secuelas de su error. El centrocampista del Manchester United conducía la pelota mientras Kaká estaba lesionado en el suelo. El Milan masacraba al United con un 3-0, a un paso de la final de la Copa de Europa. Cuando por fin alguien envió fuera el balón, Scholes inclinó la cabeza ante la amenazadora figura que se le acercaba con los puños apretados. Era Gennaro Gattuso, Ringhio, término italiano traducible por gruñido o ladrido. Gattuso se había merendado a Cristiano Ronaldo y San Siro se puso en pie para despedir a su infatigable jornalero. El estadio adora a Gattuso, operario que corre 13 kilómetros por partido y símbolo del Milan campeón de Europa.
El estilo de Gattuso es una apología del vigor. Combina dos pies poco sensibles con un carácter tan volcánico como transparente: detrás de su agresiva máscara habita un jugador apasionado por su profesión y convertido en una celebridad. Desde hace unas semanas, los clientes de la prestigiosa librería Rizzoli, a dos pasos del Duomo, pueden adquirir la autobiografía de Gattuso, titulada Si uno nace cuadrado no muere redondo, y que el jugador califica con sorna como una obra fundamental de la literatura calabresa. El volumen narra con pasión futbolera y mucho humor cómo Gattuso, natural de Corigliano Schiavonea, una pequeña localidad pesquera de Calabria, llegó a proclamarse campeón del mundo con Italia tras aprender los códigos del fútbol en las calles de su pueblo. El libro está lleno de anécdotas que retratan el pensamiento Ringhio.
Gattuso era un desastre en la escuela y los profesores le permitían estar en clase mientras leía los periódicos deportivos. Sólo pensaba en el fútbol. Su padre, hincha del Milan, se enfadaba porque su hijo decoraba su habitación con fotos de Bagni, centrocampista del Inter. Gattuso llegó al Perugia con 17 años: iba a entrenar en una Vespa. Y enseguida le fichó el Glasgow Rangers, atraído por su nervio competitivo. "Soy un escocés que por casualidad nació en Calabria", dijo. El día de su presentación, Gattuso se preguntaba de quién era la fotografía de una mujer colgada por todos los rincones: "Es la Reina de Inglaterra", le contestaron.
En su primer derby ante el Celtic fue amonestado en el primer minuto y expulsado en el décimo. Gascoigne fue su cicerone, gastándole bromas como llenarle de heces los calcetines o falsificar una petición al club para duplicar sus clases de inglés. Gattuso acabó siendo el ídolo de la afición hasta que en 1998, tras problemas con Dick Advocaat, fichó por la Salernitana. David Murray, el presidente del Rangers, le invitó a su casa para concretar el traspaso. Allí Gattuso se encontró con dos invitados de lujo: Sean Connery y Catherine Zeta Jones. "Una escena de película. Yo negociando un traspaso y 007 ofreciéndome té", dijo.
Tras casarse con una italiana, hija del dueño de su restaurante favorito en Glasgow, volvía a Italia. Más tarde llegó al Milan y a la selección. Silvio Berlusconi, por entonces presidente del gobierno, criticó al seleccionador Dino Zoff tras la final de la Eurocopa 2000 que Italia perdió ante Francia: "Bastaba con poner a Gattuso sobre Zidane". Zoff dimitió.
La noche antes de un partido importante, Gattuso lee unas cuantas páginas de clásicos como Doctor Zhivago: "No se entiende nada. Pero después de leer unos capítulos en voz alta ya ni me acuerdo de qué me generaba ansiedad". Ahora, el iletrado Gattuso ha escrito un libro. En él incluye un decálogo de preceptos para todo milanista, como No discutir jamás los datos del Milan Lab y No decirle jamás a Berlusconi que jugaremos sin delanteros.
Hace tiempo que Gattuso dejó de ser una caricatura de sí mismo para convertirse en la pieza que equilibra al lujoso Milan, el gregario perfecto. Mauro Tassotti, el ayudante de Ancelotti, le obligaba a ejecutar decenas de series de controles y pases propias del adiestramiento de un cadete. Como él mismo reconoce, se trata de darle la pelota a aquéllos que, a diferencia de él, no nacieron con los pies cuadrados.
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