Las últimas noticias sobre los precios del sector inmobiliario en nuestro país parecen dibujar un escenario muy oscuro, algo así como (ahora que está tan de moda este vocablo) un cambio climático en el sector. Los bancos españoles, ante los aires de crisis de las entidades hipotecarias de EE UU, comienzan a mirar de reojo la morosidad hipotecaria; el Euribor sigue su lenta pero firme incremento, tras escalar casi un punto y medio en el último año; las agencias y portales inmobiliarias hablan de bajadas de precios en sus carteras de inmuebles en muchos distritos y municipios de las grandes capitales. Y se observa un fuerte repunte en el regateo de precios, especialmente en la segunda mano.
Pero ¿realmente el cambio de ciclo está provocando retroceso en los precios de algunas zonas de las grandes capitales? y ¿hay tanta ralentización como los datos parecen indicar y el Gobierno se empeña en resaltar?. Los expertos insisten en que no, que lo que se está produciendo es un ajuste entre las expectativas de los vendedores de viviendas –ya sean los promotores o las agencias y particulares en el caso de la segunda mano- y la realidad del mercado.
Para entendernos, que el modelo especulativo utilizado en los últimos años por el sector, basado en el aumento de las tasaciones de los inmuebles en una media de entre 25 y 30.000 euros anuales, ante la fuerte demanda y la alegría de las transacción, ya ha muerto.
Sin embargo, me fío poco de la opinión de algunos expertos, que se empecinan en su tesis de que el precio de las vivienda nunca han bajado en la reciente historia democrática española. Bueno, corrijo, creo haber leído algunos informes que admitían que, a mediados de la década de los noventa, en el peor momento de la crisis económica española, el sector se resintió. Y se quedaron cortos, porque la realidad fue mucho más peliaguda en aquella fecha, hasta el punto de que ante la avalancha de oferta no satisfecha en el mercado, los dueños interesados en desprenderse de su piso se vieron obligados a aplicarle un suculento descuento.
Los últimos informes de portales inmobiliarios apegados a la realidad diaria del sector, como Idealista, Expocasa o Fotocasa demuestran que los propietarios de viviendas de a pie están recurriendo al precio gancho para que su piso no se quede indefinidamente en los escaparates físicos o digitales de las inmobiliarias. Otras avispadas como Re/max que han visto las orejas al lobo y han puesto en marcha ofertas reconocen que ni siquiera esta marquetiniana fórmula alegra las ventas.
En resumen, que la vivienda sigue subiendo, aunque cada vez con más dificultad, porque la bonanza económica se prolonga y el empleo sigue estable. Pero también es cierto que la burbuja ha dejado fuera a numerosos potenciales compradores españoles y extranjeros y que cada mes que pasa los particulares y las promotoras tienen más dificultades para vender un piso. De ahí, que muchos propietarios hayan dado ya el primer aviso a navegantes de que o se vende al descuento o de lo contrario en uno o dos años el mercado puede verse inundado de inmuebles con precios todavía más ajustados.
Lo más irónico de la situación es saber que, como ha ocurrido en el pasado, las grandes estadísticas inmobiliarias del sector tardarán o quizá nunca reconocerán que bajan los precios, porque sería admitir, después de mucho renegar, que el ladrillo, por muy físico que sea, también sufre el mal de la burbuja.
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